Vivimos tiempos de incertidumbre. Para muchos, el cambio va a una velocidad descontrolada, la complejidad se retuerce, el no saber qué va a pasar es aplastastante y, a menudo, la sensación de ahogo y necesidad (pon el adjetivo que quieras: económica, afectiva, de sentirte libre…) es más protagonista de lo que quisieras.
Las adversidades, en tiempos inciertos, tienen ese poder que nos impide avanzar en nuestros proyectos. Los que sean. Y toda esta negatividad domina nuestros pensamientos. Desde que nos levantamos temprano hasta que no podemos pegar ojo de madrugada. Pero no lo hace directamente, sino que adquieren la forma de hábitos de conducta, modos de pensar, creencias, premisas… monstruos, equivocados y dañinos, y que sin embargo creemos que no nos hacen daño.
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